Hoy toca levantarse pronto, pues tenemos unas 4 horas de camino hasta Dublín. Así que a las 8:15 arrancamos el coche rumbo a la capital irlandesa. El día amanece un poco desapacible aunque de momento sin lluvia. El GPS nos lleva por carreteras estrechísimas y cogiendo mil cruces, hasta que al cabo de una hora nos mete en la autovía. Como a los 15 km nos salta la reserva de gasolina y como la autovía es nueva no hay gasolineras así que decidimos salirnos de ella en busca de una. No vemos ni pueblos ni gasolineras por ningún lado. Nos empezamos a poner un poco nerviosos porque no sabemos exactamente cuántos kilómetros tenemos de reserva y ya llevamos unos cuantos. Por fin aparece un pueblo y Beatriz pregunta en un supermercado y la dicen que 12 kilómetros más adelante hay un pueblo que se llama Cashel y que allí hay.
Cuando llegamos vemos la gasolinera pero está en obras y no funciona, nos dicen que al otro lado del pueblo hay otra, según atravesamos el pueblo vemos otra pero está cerrada y al llegar donde nos habían dicho vemos que también está cerrada… y ahora que hacemos… Preguntamos y nos señalan otra en otra parte del pueblo. Afortunadamente al llegar a esta última vemos que está abierta, un poquito más cara pero no tenemos alternativa así que… Calculamos cuanto nos va a hacer falta para llegar hasta Dublín y eso es lo que echamos, porque el depósito lo tenemos que dejar vacío, pues te lo cobran por adelantado.
Decir que el pueblo este, Cashel, tiene muy buena pinta, entre otras cosas tiene un castillo que según hemos leído después es uno de los restos arqueológicos más espectaculares de Irlanda. Pero no tenemos tiempo para visitarlo, así que para la próxima. Lo que si compramos son unos bocatas para comer antes de coger el avión.
Seguimos rumbo, volvemos a coger la autovía y a los pocos kilómetros se acaba, lastima no haberlo sabido pues hubiésemos echado gasolina antes y no hubiéramos perdido tiempo, pero bueno aun vamos en tiempo y sin quererlo hemos visto un poco Cashel, es lo bueno que tiene el perderse a veces…
DUBLIN
Estando en la circunvalación de Dublín, tenemos un momento de indecisión ya que el GPS nos marca hacia un sitio y Beatriz tiene la sospecha de que nos está llevando mal, y es que no sabíamos muy bien la dirección del hotel donde teníamos que dejar el coche, lo único que sabíamos es que estaba al lado del aeropuerto, así que gracias a no hacer caso al GPS llegamos a la primera siempre siguiendo las indicaciones del aeropuerto. Llegamos al hotel con unos 30 kilómetros en la reserva, así que perfecto.
Entramos dentro y fuimos a la habitación donde tienen la oficina y estaba cerrado, así que Beatriz descolgó el teléfono y la dijeron que en 5 minutos volvían. Salimos fuera a esperarles mientras terminábamos de recoger las cosas del coche. Llegaron pronto y lo primero que hicieron fue inspeccionar el coche, que aparte de guarrísimo no tenía nada que hubiéramos hecho nosotros, así que después del Ok nos llevaron de nuevo en la furgoneta hasta el aeropuerto.
Como aún era pronto fuimos a buscar un sitio donde sentarnos y comernos el bocata. Sacamos un café de máquina y con las mismas nos fuimos a facturar la maleta y sacar los billetes. No hubo nada a destacar ni en los controles ni durante el viaje. El avión salió puntual y vinimos casi todo el camino durmiendo.
«Los problemillas» vinieron después de aterrizar, pues no nos sacaron bien y aparecimos en la zona de embarque, nos fuimos siguiendo unos a otros hasta que después de un buen rato caminando vimos que por allí no podíamos salir y una chica pregunto a alguien del aeropuerto y la indico una dirección, hacia la cual nos dirigimos todos. Al cabo de otro rato no veíamos nada y otra persona pregunto y nos dijeron que que hacíamos allí. Al final la policía nos saco por unos pasillos solo utilizables por personal del aeropuerto y acabamos en las cintas de recogida de equipaje.
Así que nos dimos un buen paseo por todo Barajas, para colmo al coger la maleta veo como todo el interior se precipita al suelo sin poder hacer nada por evitarlo debido a la ley de la gravedad y es que imaginamos que con lo mal que tratan las maletas en algún golpe ha saltado la cremallera. Así que cogiendo rápido alguna cosa que seguía viaje por la cinta y el resto del suelo conseguimos arreglar la cremallera y poder cerrarla. Y menos mal pues teníamos que coger el autobús hasta la Avenida América y allí con otro autobús hasta Burgos… como para ir con la cremallera rota…
Al llegar a Burgos nos estaban esperando San y Berta, que tras una ligera cena en su casa nos llevaron hasta la nuestra. Y con esto acaba este nuevo viaje esperando que pronto podamos estar contando el próximo.
Queremos dar las gracias de forma especial a Frank y a Silvia por lo bien que se han portado con nosotros durante estos días.
Hasta pronto.
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