Distancia: 70 kms. Altitud: 828 metros.
Os voy a contar un cuento:
Erase una vez un pequeño perro que se llama Lucas. Lucas era un buldog francés afincado en Burgos que disfrutaba enormemente paseando en bici. En una ocasión Lucas coincidió con otro amigo perro que disfrutaba también del ciclismo, pero al contrario que nuestro perro, a éste le gustaba viajar con la bicicleta cargada con alforjas. Eso despertó gran curiosidad en Lucas. Disfrutaba de pedalear, pero nunca se había planteado el reto de pasar más de un día fuera de casa llevando lo que necesitabas contigo sobre una bici. Hace unos años Lucas había recorrido otras rutas como el Camino de Santiago, pero siempre andando. Nunca había sido amigo de este medio de transporte y ahora se encontraba escuchando como alguien le hablaba de las maravillas de viajar con alforjas y sentía, mientras escuchaba, que algo dentro de él despertaba una curiosidad extraña.
Lucas conoció a Hybrid, una bicicleta joven que al igual que aquel perro disfrutaba de la naturaleza, de recorrer sitios nuevos y la libertad de elegir su recorrido.
Al poco de conocerse ambos perros, uno propuso al otro disfrutar cuatro días recorriendo una de las rutas más emblemáticas que hay en el país: La Ruta del Cid. Todo empezaba como una sencilla toma de contacto y vivir una nueva experiencia. Un plan de viaje que salía desde Burgos, recorrerían una parte de la provincia de Soria y los llevaría durante ese tiempo hasta Berlanga de Duero en Soria.
Completado aquel viaje, lo vivido se convirtió en una necesidad de recorrer un poco más. Al año siguiente no pudo ser. Tras un año y medio de espera ambos se subieron de nuevo a sus bicis y volvieron a pedalear juntos. Esta vez el recorrido comenzó donde se dejaba el viaje anterior, Berlanga de Duero. En esa ocasión las localidades visitadas fueron: Atienza, Jadraque, Sigüenza, Medinacelli y por fin vuelta a Berlanga de Duero.
Esta última experiencia fue tan bella, tan intensa, que Lucas decidió volver después, y probar lo mismo en solitario. Retarse, descubrir nuevos lugares y viajar. Viajar como antes no lo había hecho.
Aquel nuevo reto comenzaba en noviembre, de no recuerdo que año. El mes empezaba de manera atípica porque lo hacía con sol. El clima era frío, pero permitía disfrutar de todo lo que le rodeaba, los pueblos que cruzaba o visitaba, las carreteras que recorría, los paisajes que contemplaba, en suma, era más de lo que Lucas había imaginado.
Un día de ese maravilloso viaje, Lucas se preparaba para la que sería la etapa de las etapas por la dureza que marcaba el mapa y la guía, esa ruta que estudiaba casi todos los días antes de que llegara el momento de enfrentarse a ella. Todo comenzaba bien, era un día gris, frío, pero uno de esos que permite disfrutar de los pedales. La carretera apuntaba maneras cuando al comenzar ya lo hacía subiendo.
Al poco de empezar comenzó a nevar. Lucas al principio no lo dio importancia. Pensaba que formaba parte de lo anecdótico y romántico de la etapa, pronto eso cambió. La nieve caía y cada vez los copos eran más grandes. El blanco pasaba de las cunetas al lugar que recorrían las ruedas de su buena amiga Hybrid. De dar color a la carretera a crear una capa peligrosa para circular. Primera parada, ¿qué hacer?: ¿seguir y arriesgar?, ¿volver?. Decidió seguir. Así varias veces. Finalmente y analizando las posibilidades que había, abandonó la intención de continuar para buscar un lugar donde quedarse. El frío era otro de los elementos que acompañaba esos instantes.
Aunque no lo sospechaba el pueblo por el que había pasado antes, Nogueruelas, sería el punto más importante del viaje. Ese pueblo que jamás olvidaría.
Buscando el calor que había perdido entró en un pequeño hostal que se encontraba a pié de carretera. El día mejoró y la nieve que ocupaba la calzada se iba retirando en su mayoría. Dolido por lo que había ocurrido por la mañana Lucas no quería despedirse sin saber cómo era el puerto que no había podido completar. Con Hybrid sin alforjas y un poco apenados llegan juntos hasta lo que creen era el paso.
El propietario del hostal La Crucica, donde Lucas buscó refugio ese día, se ofreció a llevarles a la mañana siguiente a Lucas y a Hybrid hasta la parte alta del puerto, para que desde allí y por sus medios descendieran hasta Iglesuela, donde pensaban haber dormido. Lo más difícil lo conseguirían superar gracias a él.
A las ocho y media el buen samaritano dejó a los dos en el mirador antes del puerto de Linares, gracias a él podrían conseguir su objetivo, completar el anillo del Maestrazgo.
El día fue duro, para conseguir superar los primeros 20 kilómetros les llevó tres horas completarlos. Por la nieve, la subida y la bajada eran prácticamente igual de rápidas. Tensión por no caerse, ver nevar, agua…. Los cambios de piñones en Hybrid, en un momento dado, no funcionaban por la nieve que se iba acumulando sobre ellos. Hasta Iglesuela fue un viaje bastante tenso. A partir de aquí todo mejoró. Apareció el sol y la carretera tenía un firme muy bueno.
Pero a partir de Villafranca del Cid venía lo mejor para olvidar esa tensión vivida. Desde aquí hasta Besasal la ruta está perfectamente indicada y el paisaje que los acompaña hace olvidar todo lo sufrido en el día y kilómetro a kilómetro no dejar de agradecer a sus samaritanos el haberles ayudado. (Si no hubiera sido por el propietario del hotel El León o el del Hostal La Crucica, hubiera sido imposible).
Lucas aprendió que hay retos personales que no se pueden superar en soledad, aprendió que la ayuda de los demás consigue que alcances esas metas que de otra manera serían imposibles, por capacidad o medios. Aprendió que la naturaleza y la vida te dan lecciones de humildad y esas situaciones te obligan a pedir una ayuda, incluso a gente que no conoces, que posibilitan que los sueños se conviertan en realidad. Empezar un reto, intentar conseguir un objetivo es un inicio personal, pero para llevarlo a cabo con ciertas garantías siempre hay que estar dispuestos a pedir y recibir ayuda.
Lucas durmió en Culla y en aquel atardecer desde los restos de su castillo comprendió que la vida es una lección continua que hay que agradecer y de la que hay que aprender.
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