Según Wikipedia Japón tiene 126.874.000 de habitantes. Nosotros veníamos sabiendo que llegábamos en el mes de las lluvias, pero también éramos conscientes de que no todos los días llueve. Si en este supuesto reducimos el mes a 15 días bajo agua, imaginad la cantidad que tiene que caer para dar de beber a toda esta gente, que puedan lavar el coche, ducharse, mantener sus baños, etc. Bueno, pues uno de esos días ha sido el de hoy. Toda la noche lloviendo y ¡de que manera!, como al parecer era poco también todo el día.
Hemos tenido que hacer un pequeño cambio de planes porque se nos hacía difícil pensar que con lo que estaba cayendo pudiéramos disfrutar del lugar al que fuéramos. A pesar de todo, en la estación de trenes, no hemos querido renunciar a la posibilidad de seguir haciendo turismo. Hemos pedido billetes hasta Toyama, una localidad que aunque teníamos que pasar obligatoriamente, queríamos recorrer. Desde las ventanillas del tren ya se intuía lo que iba a suceder. Cuando llegamos, salimos de la estación con la intención de cumplir nuestras intenciones, pero estamos en el día de reparto de agua y se ve que tiene que caer mucho más. Desistimos y pedimos el billete que nos lleva a Takayama, allí veremos qué se puede hacer. Este trayecto lo hemos hecho en tren local y está bien. Vas adentrándote en esta famosa zona de los Alpes japoneses intuyendo que lo que te rodea debe ser espectacular recorrerlo más despacio. El trayecto exige un trasbordo, el viaje sería: Toyama – Inotani-Takayama. Válido con la JR pass.
TAKAYAMA
El botón de lluvia sigue en “ON” así que con paraguas y en no más de cinco minutos nos presentamos en el templo que hoy nos dará cobijo previo pago de 3.000 yenes por persona y noche. Se llama Zenko Ji Temple y nos lo enseña una chica muy agradable que habla tan bajo y tan dulce que parece que te está hipnotizando. El sitio nos ha encantado, pero debéis saber que el formato de cama es como el de ayer, futón y al suelo. La habitación tiene vistas a un jardín japonés y es muy grande. Tenemos la posibilidad de cocina, Wifi y café/té gratis. El templo es budista y a las 09:30 tienen hora de rezo a la que se puede asistir. El alojamiento es muy recomendable.
Después de la recepción salimos a buscar un “super” para comprar. Nos indican uno, pero de camino nos encontramos de nuevo los restaurantes que os contábamos donde se come en la barra y pides el menú indicando un número. Estos sitios son recomendables porque no siendo muy caros, viene a salir unos 8 € los dos, comes bien aunque el menú no sea muy variado.
Ya con el estómago caliente seguimos buscando, no tardamos mucho en encontrarlo. Compramos la cena y el desayuno. Hecha la tarea vuelta al templo.
Pensar en lo que nos queda y no salir de aquí se nos antoja pelín duro, así que con el paraguas como acompañante comenzamos a visitar esta bella localidad.
Takayama tiene unos 95.000 habitantes y recorrer su parte vieja o casco antiguo es un ejercicio de tranquilidad. Es un pueblo rodeado de montañas famoso por su riqueza en madera y la gran calidad del trabajo de sus artesanos en carpintería y ebanistería. Destacan que su aislado emplazamiento serrano ha hecho posible la supervivencia intacta de las calles del periodo Edo y la pureza del agua resulta idónea para la destilación del sake.
A pesar de que el comienzo del paseo ha sido bajo el paraguas, a medida que iba pasando la tarde nos ha permitido guardarlo y pasear tranquilos. Nos hemos fijado en la parte que el callejero destaca con otro color y al parecer es la zona mejor conservada. Recomendamos mucho visitarlo. Son casas bajas, de madera, con posibilidad de ver fábricas de sake, talleres de carpintería, todo ello hace un conjunto muy interesante.
Nos decidimos por recorrer una de las rutas que tienen marcadas, la de Kitayama. Son tres kilómetros y rodea una zona boscosa donde estaba ubicado el antiguo castillo de Ayuzaki, ahora no queda nada. De vuelta se puede visitar el Santuario Sakurayama Hachimangu, cuando hemos llegado estaba cerrado. Junto a él, existe el museo o sala de exhibición de carros de festival, también estaba cerrado. Volvemos por otras calles para intentar disfrutar de todos sus rincones. Visitamos la biblioteca municipal y decidimos volver hacia el templo donde nos alojamos por otra zona del casco protegido que no habíamos visitado antes.
Con un buen sabor de boca, calentamos la cena y tras un rato de tertulia con unos chicos canadienses nos vamos a descansar.
Besos y abrazos según corresponda.
Holaaaa…. Pequeñas dudas, para que los cazos de madera… que es y para qué sirve la casita esa en medio del camino… acaso como aquí que ponen las cubas en medio de la acera para que no puedas andar junto a los edificios…??? De momento solo esas dos, pero tengo muchísimas más… por estas… jajajaj
Bueno no preocuparse mucho, algún día escampara… digo yo, que no hay días… pues es una lata…
Hasta pronto… besos….YETHY Y SRA.
Lo primero, perdón por no haberte contestado a las anteriores dudas. Los cazos los utilizan para hacer un ritual de entrada a los templos: primero se lavan la mano derecha, luego la izquierda y lo que sobra echan el cazo hacia atrás con cuidado dejando que el agua discurra por el mango para limpiarlo. También beben. En el caso de la casita es para echar el dinero, las ofrendas. Gracias por el esfuerzo de seguir el blog y comentarlo, desde tan lejos siempre viene bien unas palabras amigas.